Los trasplantes de células cerebrales son el tratamiento experimental más nuevo para la epilepsia
«Es temprano, pero podría ser reconstituyente», dice Cory Nicholas, ex científico de laboratorio y director ejecutivo de Neurona. «Yo lo llamo equilibrio y reparación empresarial».
A partir de un suministro de células madre extraídas inicialmente de un embrión humano creado mediante FIV, Neurona cultiva “interneuronas inhibidoras”. El trabajo de estas neuronas es suprimir la actividad cerebral: le dicen a otras células que reduzcan su actividad eléctrica secretando una sustancia química llamada GABA.
Graves recibió su trasplante en julio. Fue transportado a una máquina de resonancia magnética en la Universidad de California, San Diego. Allí, la cirujana Sharona Ben-Haim observó en una pantalla guiar una aguja de cerámica hacia su hipocampo, dejando caer miles de células inhibidoras. La apuesta era que comenzarían a vincularse y aliviar el tsunami de fallas que provocaron convulsiones.
Ben-Haim dice que es un gran cambio con respecto a las cirugías que realiza con mayor frecuencia. Por lo general, en casos graves de epilepsia, intenta encontrar y destruir el «hogar» de las células que se portan mal y provocan convulsiones. Cortará parte del lóbulo temporal o usará un láser para destruir puntos más pequeños. Aunque este tipo de cirugía puede detener las convulsiones de forma permanente, conlleva el riesgo de «importantes consecuencias cognitivas». Las personas pueden perder los recuerdos, incluso la visión.
Por eso Ben-Haim cree que la terapia celular podría ser un avance fundamental. «El concepto de que podemos ofrecer un tratamiento definitivo a un paciente sin destruir el tejido subyacente podría suponer un enorme cambio de paradigma en la forma en que tratamos la epilepsia», afirma.
Nicholas, director general de Neurona, es más directo. «Los estándares de atención actuales son medievales», afirma. «Se corta parte del cerebro».
Para Graves, el trasplante de células parece estar funcionando. No ha sufrido ninguno de los aterradores ataques de gran mal, esos que pueden dejarte inconsciente, desde que dejó de beber. Pero antes del procedimiento en San Diego, todavía tenía una o dos pequeñas convulsiones al día. Estos episodios, que se asemejan a la euforia o al déjà vu, o una mirada perdida y ausente, duraban hasta medio minuto.
Ahora, en un diario que lleva como parte del estudio para contar sus convulsiones, Graves marca la mayor parte del tiempo «ninguna».